jueves, 16 de julio de 2009

Asi se empieza


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Nuevo juguetito, lo que no se llega a inventar


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Aprendiendo y practicando bondage : inmovilizaciones

Sigo aprendiendo, el otro dia puse en práctica unas ataduras de inmovilización, mmmmm cómo gocé con mi sumisa y ella disfrutó al máximo con ello





¿Realidad? ¿Fantasia?

mi primera orden:
-Te vas a ir a tu habitación, sacas todos los juguetes que tengas y los dejas a la vista. Te desnudas. Déjate sólo las medias y los zapatos, ponte el antifaz y espera de pie hasta que entre.

Así lo hice. Saqué un vibrador vaginal, un anal pequeño, bolas chinas, esposas, pinzas, fusta..., me desnudé y esperé. Las manos enlazadas en la espalda, la cabeza inclinada.

No tardó en entrar. Sentí cómo se acercaba, le olí. Dejé fluir mis emociones: miedo, excitación, deseo, curiosidad, vergüenza, mientras sentía cómo me inspeccionaba.
Tocó todo mi cuerpo, acarició mis pechos, pellizco mis pezones, besó mi boca y azotó mi culo con sus manos en repetidas ocasiones sin saber cuando iba a hacer una cosa u otra.

Puso la correa alrededor de mi cuello y me preguntó quién era.

-Su puta, su perra, sir

-Amo

-Su puta, su perra, amo

-Muy bien. Ahora, mi puta, ponte a cuatro patas sobre la cama.

Obedecí quedándome inmóvil, expectante, alerta. Le oía desnudarse tras de mí.
Se acercó y me ordenó abrir bien las piernas.
Inspeccionó mi ano y la humedad de mi coño primero con sus dedos luego con algo que no acerté a saber lo que era hasta sentirlo estallar sobre mi piel: Su fusta, que hizo que mi cuerpo se arquease arrancando un sonoro e inesperado quejido de dolor.
Aguantar ese dolor como símbolo de la entrega era un pensamiento que me daba las fuerzas necesarias para permanecer lo más quieta y callada posible. Cuando el amo volvió a introducir sus dedos en mi coño yo misma me sorprendí de estar tan mojada y excitada, tanto que gemía de placer mientras lo hacía.

-Ni se te ocurra correrte puta, ¿entendido?
- Sí, mi amo

Sacó sus dedos de mi coño y empezó a introducir el vibrador en mi ano, suave y despacio de forma que el dolor y el placer se entremezclaban. Después hizo lo mismo con el vibrador más grande en mi vagina. Una vez estaban los dos dentro los puso en marcha. Rodeó la cama y metió su polla en mi boca. Yo se la chupaba intentando concentrarme lo suficiente para no correrme, no se como podía seguir aguantado....Cuando pensé que no iba a resistir más el vibrador de mi coño se salió. El amo cambió mi posición tumbándome boca arriba y pinzó mis pezones. Luego se levantó.

-Verás como este no se sale, me dijo

Me abrió bien de piernas y empezó a meterme algo que yo sentía enorme y, a la vez, me empezó a comer el coño.
Dolor y placer de nuevo entremezclados y llevándome hacia un orgasmo que me recordaba prohibido una y otra vez.
Separó su boca de unos labios para llevarlos hacia otros y susurrar:

- Haz lo que quieras pero tienes un minuto para correrte.

Mi mano se fue hacia mi clítoris y comencé a masturbarme mientras buscaba que su boca tapara los gritos de placer del que sería mi primer orgasmo. No ahogo ni uno mientras movía las pinzas de mis pezones y se corría abundantemente sobre mis tetas.

Me quedé quieta, exhausta, tranquila...

No sé el tiempo que pasó hasta notar que el amo se movía, se levantaba de la cama y buscaba algo. Se acercó a mí tomándome las manos y empezó a pasar una cadena entre las argollas de las esposas, que hasta el momento sólo habían adornado mis muñecas, uniéndolas a la de mi collar, de forma que mis manos quedaron juntas, sobre el pecho, a escasos centímetros de mi cuello y con escasa movilidad.

Seguidamente me abrió las piernas y, mientras acariciaba mi clítoris, pinzó mis labios, una pinza a cada lado. Otra vez el placer y el dolor como caras de una misma moneda. Y de nuevo, el enorme falo penetrándome. Cuando terminó de ensartarlo completamente en mi vagina puso el vibrador en marcha y, tras ordenarme esperar su regreso sin correrme, salió de la habitación.
Un cúmulo de sensaciones se apoderó de mí.

En un principio era el dolor de las pinzas y la sensación de estar llena que producía el vibrador. Conforme se iba mitigando el dolor, mi atención pasó a las ataduras. Me sentí vulnerable y también, de alguna forma, abandonada. Pero, curiosamente, la sensación me producía placer y excitación. No saber que iba a hacer conmigo, cuando volvería o cómo me usaría, me enardecía....Era una visión nueva, o más bien una perspectiva diferente: La de la esclava, encadenada, en espera de ser utilizada como el amo juzgue conveniente. Mi placer no importaba pero, curiosamente, contra más me adentraba en la pérdida de mi identidad como mujer y asumía la de esclava mayor era este y mi excitación crecía. Me sentía en paz.

Tranquila, me abandoné en la espera.

Volvió.

Sacó el vibrador y retiró las pinzas. Sentí mucho dolor pero no me quejé. Besó mis labios doloridos, metió sus dedos y me sintió la perra que deseaba tener. Alternaba su lengua y sus azotes, mordía mis pezones, mis muslos...Me penetró y me folló con deseo. Cuando me ordenó correrme mi placer estaba lejos, no sé si de tanto aguantar o de tanto vivir a la puta que me poseía. Me intenté concentrar, buscar el placer escondido, no podía...
Lo que pasó entonces me impacta todavía al recordarlo. El amo, con una voz firme, grave, autoritaria y en un elevado tono, me increpó:

-¿No me has oído puta? ¡Córrete! ¡AHORA!

No había acabado de pronuncia la última letra cuando estalló literalmente un orgasmo salvaje de la nada, todavía me impresiona el recordarlo, no por su intensidad sino por su naturaleza: No nació de la culminación del placer sino de una orden taxativa e inapelable y fue para mi una experiencia importante que no creo que olvide fácilmente.

Una caricia para mi alma sumisa, un regalo a mi esencia de mujerEstaba contenta, me sentía relajada y la experiencia estaba siendo agradable para mí. Era una de mis primeras sesiones y estaba probando cosas nuevas. Me sentía satisfecha tanto por las sensaciones que todo ello me producía como, porqué no decirlo, mi comportamiento. Cuando se empieza se tienen muchas dudas... Era la hora de comer y el amo me lo hizo notar. Propuse hacer la comida en casa para aprovechar mejor el tiempo que nos quedaba y estar más tranquilos. Le pareció bien y, mientras él se quedaba descansando, yo fui a la cocina y. cuando todo estuvo listo, le despertéAunque yo le guardaba el respeto debido y no me olvidaba de quién era ni un momento, charlamos de forma distendida, me preguntaba cosas tanto personales como sobre la sesión hasta que, en un momento dado, no sé muy bien si por algo en concreto que pasó o simplemente por algún pensamiento, la mirada del amo cambió. Percibí su deseo y mi humedad a la par. Me llamó.De rodillas, me dijo, y abrió sus piernas mostrándome su polla erecta. Me agarró del pelo moviendo mi cabeza lentamente. De vez en cuando mantenía por unos segundos su verga en mi garganta. En cada pequeña embestida entraba un poco más e iba cambiando el ritmo. Yo me dejaba llevar, atenta a sus movimientos. Al rato, casi con urgencia, me llevo al dormitorio y me folló de nuevo. Tiraba de mi pelo, azotaba mis nalgas, me daba la vuelta apretaba mis pechos, retorcía y besaba mis pezones con la misma pasión. Yo gemía de placer como la perra que me sentía, le hablaba como la puta que en esos momentos era. Cuando leí en su mirada la inminente llegada de su orgasmo me ordenó correrme con él. Mi cuerpo se relajó y dejé salir todo el placer sin recato, sin apuro, sin vergüenza. Se duchó, se vistió, no despedimos cariñosamente y salió de mi casa, seis horas después de haber traspasado ese mismo umbral. Eso sí, dejándome mucho más relajada y un poco más sabia.

Autor: Ópalo